Estas canciones gozan de mucha creatividad y sensibilidad: creatividad en la medida en que se llevaron a cabo con pocos recursos materiales y sensibilidad en tanto fueron compuestas en un contexto de descreimiento y desesperación.
Tintes de jazz, o quizás de blues. Un poco de noise de guitarras, o quizás de algún utensilio de cocina. Coros que movilizan nuestros pies, o quizás voces cargadas de emotividad. Esta música se asemeja a un collage. La búsqueda de la sonoridad en distintos elementos fue llevada a su máxima expresión al reemplazar todos los instrumentos de percusión acústica por objetos encontrados de metal, plástico, cartón o madera.
El creciente interés de Madrid por la música instrumental lo llevó a continuar componiendo canciones con largos pasajes sin voces donde los instrumentos se combinan para crear nuevas texturas que se alejan de la simpleza de los dos primeros álbumes del dúo. El hecho de haber grabado el álbum con un software multipista hizo posible abrir el abanico de sonidos y la cantidad de elementos que formaban parte de cada canción. El fin de dicha experimentación siempre fue dar mayor riqueza tímbrica a sus canciones pop.
Por ese entonces, Madrid había empezado a escuchar con atención los álbumes de Barry Adamson y The Divine Comedy, artistas que presentan otra mirada sobre la música pop; lo que le despertó la confianza en que una canción podía tener todos los elementos necesarios para cautivar al público sin dejar de ofrecerle calidad y búsqueda de nuevas formas de expresión.
Grabado y producido en El Quinto entre enero 2002 y julio 2003 por Gustavo Madrid y Omar Scavone; con la participación de: Jorge Pablo Almejún, Alejandra Carlucci, Félix D’Argento, Gustavo Falcone, Lucas Frontera, Marcelo Pérez, Claudia Spalletta y Gabriel Mateos.
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