lunes, 11 de diciembre de 1989

SU REAL ORDEN - UN POCO DE HISTORIA


SU REAL ORDEN fue un grupo con un comienzo difuso y un final apresurado. Resultó difícil darle forma y conseguir que los integrantes permanecieran en sus puestos para terminar de darle sentido a la propuesta. Bateristas esquivos o descontrolados, cantantes con aspiraciones mesiánicas o sin voz propia, además, como si no fuera suficiente, gente demasiado joven y demasiado inexperta a la hora de asumir responsabilidades. Finalmente, la inevitable aunque anunciada disolución de la banda dejó una obra truncada, un sabor amargo por una gran cantidad de canciones de su repertorio que se perderían en el éter por no haber sido debidamente plasmadas en la cinta magnética – único y frágil medio de registro de sonido disponible a comienzo de los años ´90 para unos pobres sudamericanos pobres. De las más de veinte composiciones que se encuentran bocetadas en las hojas de un cuaderno de música del guitarrista, solo nueve fueron debidamente grabadas y lograron perdurar gracias a una sesión fugaz en un estudio de grabación de la calle Gascón en el barrio porteño de Almagro y gracias a una segunda sesión póstuma – varios meses después de la disolución de la banda – en otro estudio desconocido en algún sitio de la vasta ciudad de Avellaneda. Del resto de la obra, se adivinan ciertas intenciones, se percibe alguna que otra melodía – aunque casi no se distingue ningún verso de las letras y el ruido ambiente opaca los detalles de los arreglos musicales – en registros de ensayos con demasiada adrenalina y escasa definición plasmados en una casa abandonada de Vicente López – o en otra tomada del barrio Flores – que se recuperaron en cajas de cartón olvidadas en un placard lleno de humedad.

Todo comenzó entre 1989 y 1990. Con ciertas composiciones bajo el brazo, MADRID, un guitarrista que se nutría de los sonidos oscuros de la época, supo rápidamente que sería indispensable la presencia de frecuencias graves para terminar de dar forma a un proyecto que se proponía explorar dicho territorio. Gracias a un anuncio en la revista Segundamano logró ponerse en contacto con una joven menor de edad, tan desinhibida como diestra en el manejo de su instrumento de cuatro cuerdas. Se presentó telefónicamente tan solo como FLOPA, sin más detalles. Como dúo, dieron forma a una decena de piezas musicales antes de conseguir un baterista acorde a sus aspiraciones. Después de más de seis meses con SAN MARTÍN sosteniendo el pulso durante los incansables ensayos en los que tuvieron que escuchar a cansadores cantantes de ambos sexos, se les presentó la oportunidad de dar su primer recital. Para no rechazar la oferta, convocaron a un amigo de la banda que hasta ese momento se había dedicado a proveerles textos para sus canciones. ZERBA supo cumplir con su rol sin demasiados inconvenientes, aunque su visión sobre la música nunca dejó de marcar cierta distancia. Cuando todos los planetas parecían haberse alineado, después de haberse presentado en vivo una media docena de veces, nuevamente, el banquillo de la batería quedaría desierto. La búsqueda de un baterista acorde al sonido del grupo terminó de agotar las pocas energías que les quedaban. Al no conseguir a la persona justa, por segunda vez en la historia de la banda una invitación a participar de un recital apresuró las decisiones y un amigo del cantante ocupó el puesto sin demasiado protocolo. BARRIL ensayó dos ó tres veces y cumplió su rol con cierta destreza. Lamentablemente, la bajista, ya embarcada en nuevos proyectos, decidió apartarse definitivamente al concluir aquel último concierto. Dando de esa manera punto final y definitivo a un grupo cuyas canciones escapan a una fácil categorización y se les asigna una etiqueta oscura con tanta ligereza que se omite prestar atención a los gestos de humor punzante que solían ofrecer.

Han pasado demasiados años. Casi no se han percatado de la evolución, del cambio. Han envejecido, como todo el mundo. Algunos dirían que han madurado para no dejarse vencer por el incansable paso del tiempo. Han dejado una marca en la historia. Humilde, aunque innegable. Esa marca sigue intacta, no ha perdido ni un ápice de su valor original. SU REAL ORDEN, después de treinta años resucita de entre el óxido ferroso de las cintas magnetofónicas para transformarse en bits informáticos, en archivos de formatos intangibles en lugar archivos mecánicos, físicos, en forma de cassette. A pesar de semejante transformación, el resultado es el mismo: un sonido corrosivo y atemporal donde la pérdida del sentido de la realidad supo trazar un camino auténtico, desfachatado. 

SU REAL ORDEN fue un grupo sin futuro que ha pasado. Nació, casi sin que nadie se diera cuenta, dejó de existir tan sigilosamente que algunos se preguntan sobre su realidad. Ordenarse, no lo logró. ¿Por qué semejante castigo? ¿Le pedirán perdón? ¿Habrá perdurado algún que otro recuerdo?


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