Desde su título, este proyecto de Gustavo Madrid anuncia su voluntad de permanecer al margen de las tendencias musicales del momento y de buscar un camino que le sea propio. Casi nada nuevo: guitarras eléctricas, a veces afinadas y otras no tanto, sumadas a procesadores de sonido, micrófonos y amplificadores a los que les haría falta mantenimiento dan como resultado un sonido cascado, rasposo y hasta un tanto oxidado.
El carácter intimista de las canciones se ve fortalecido por el hecho de haber sido grabadas en sesiones nocturnas, en la soledad y la penumbra de un departamento prácticamente vacío. En algún punto entre el movimiento y la quietud se puede encontrar la eternidad que proponen estas piezas de música popular de una duración inhabitual en las que el paso del tiempo solo logra apreciarse en toda su magnitud detrás de un vidrio empañado por la lluvia de una tarde otoñal.
Cada vez más cerca de ofrecernos un disco de música instrumental, las voces aparecen y desaparecen entrelazándose con melodías cíclicas que crean el ambiente apropiado para guiarnos por un camino poco transitado aunque cautivador.
Seducido por el sonido de la guitarra de Loren Mazzacane Connors y las canciones de David Sylvian, Madrid decidió embarcarse en la composición de una obra donde la melancolía lo acercara al silencio y a la reflexión.
Compuesto, interpretado, producido y grabado en El Rosario entre octubre de 2010 y mayo de 2013 por Gustavo Madrid, en solitario.
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